El Jardín de los Sentimientos: Un Viaje al Templo del Control

El Jardín de los Sentimientos: Un Viaje al Templo del Control

Había una vez en un rincón mágico del mundo, un jardín lleno de colores vibrantes y aromas dulces. Este jardín se llamaba "El Jardín de los Sentimientos", y era un lugar especial donde cada planta, flor y criatura representaba una emoción.

En este jardín, vivía un pequeño duende llamado Zippy. Zippy era un duende travieso y curioso, pero a menudo le costaba controlar sus impulsos. A veces, se dejaba llevar por la emoción y hacía travesuras sin pensar. Un día, mientras correteaba entre las flores, se dio cuenta de que había dañado algunas de las plantas más frágiles, y eso lo hizo sentir un nudo en el estómago.

Justo entonces, apareció Florina, la Hada de la Paciencia. Con alas brillantes y un suave brillo en su mirada, le dijo a Zippy: “Pequeño duende, veo que te sientes confundido. A veces, las emociones son como el viento: puede ser suave y refrescante, o puede convertirse en un huracán si no sabemos controlarlo.”

Zippy, con una lágrima en el ojo, respondió: “Quiero aprender, pero me cuesta mucho.”

Florina, con una sonrisa, le propuso un viaje al Templo del Control, un lugar en las alturas del Jardín. “Si me sigues, aprenderás a entender tus sentimientos y cómo cuidarlos, como las plantas delicadas que tanto amas.”

El viaje fue mágico. Volaron sobre ríos de alegría, cruzaron campos de risas, y se encontraron con el Monstruo del Miedo. “¿Por qué huyen todos de mí?” preguntó el monstruo con tristeza. Zippy, temblando al principio, le respondió: “Porque no sabemos cómo hablarte. Nos asustamos.”

Florina asintió y dijo: “El miedo no debe asustarnos; él solo quiere ser escuchado.” Con esto, Zippy se armó de valor y preguntó al monstruo: “¿Qué necesitas para que no nos asustemos de ti?”

El Monstruo del Miedo, sorprendido por la pregunta, dejó escapar un suspiro: “Solo quiero que comprendan que estoy aquí para protegerlos. Desearía que me conocieran mejor.”

A partir de ese momento, Zippy, Florina y el Monstruo del Miedo realizaron un juego. Zippy aprendió a identificar su miedo, y pronto pudo controlarlo, no dejándose llevar por impulsos. El monstruo se convirtió en un amigo.

Finalmente, llegaron al Templo del Control, un lugar lleno de luces suaves y ecos de risas. Allí encontraron al Perro de la Serenidad, quien les enseñó a respirar profundamente y a contar hasta diez cuando sentían una emoción intensa.

“Escucha tu corazón,” dijo el Perro, “y siempre puedes elegir cómo reaccionar. No es fácil, pero cada día es una nueva oportunidad.”

Después de muchas aventuras y juegos, Zippy comprendió que controlar sus impulsos no significaba reprimir sus emociones, sino darles el lugar adecuado en su corazón. Con su nuevo aprendizaje, regresó al jardín.

Cuando llegó, se acercó a las flores que había dañado. Con cuidado, las regó y les habló, pidiendo disculpas. Le explico lo que había aprendido, y poco a poco, las flores empezaron a florecer de nuevo, al igual que su confianza.

Desde ese día, Zippy se volvió un duende más sabio. Su risa era más suave, y sabía que las emociones son parte de él, pero que podía manejar sus impulsos. Cada vez que sentía ese nudo en el estómago, recordaba a sus amigos del Templo del Control y respiraba hondo.

Y así, en el Jardín de los Sentimientos, Zippy aprendió que está bien sentir y que cada emoción tiene su lugar.

Y tú, querido lector, ¿qué emociones sientes hoy? ¿Cómo puedes jugar y aprender de ellas? Recuerda que cada día es una nueva oportunidad para cuidar tu Jardín de los Sentimientos.

#cuento terapéutico sobre el control de impulsos

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