Un cuento de amistad, emoción y descubrimiento
Había una vez, en un rincón mágico del mundo, un bosque llamado el Bosque de los Sueños Rotos. Era un lugar donde los árboles susurraban canciones dulces y las flores brillaban con colores vibrantes, aunque algunos de sus sueños habían perdido su brillo. Aquí vivía un pequeño duende llamado Tilo, conocido por su candidez y brillante risa.
Tilo tenía dos amigos, Lía, la mariquita, y Hugo, el tierno caracol. Pasaban horas jugando entre los árboles y compartiendo historias bajo la luz del sol. Pero, un día, un pequeño malentendido hirió sus corazones. Lía había encontrado un brillante pétalo dorado y decidió guardarlo para ella, creyendo que era un tesoro especial. Cuando Tilo y Hugo se dieron cuenta de que Lía no lo compartía, se sintieron lastimados y comenzaron a evitarla.
En el silencio que siguió, Tilo se sintió muy solo. Se sentó en una raíz nudosa de un árbol anciano y, mientras miraba el pétalo dorado brillar a la luz, llegó un suave susurro. Era el árbol, que le decía: «Tilo, todos los sueños rotos necesitan un poco de luz y comprensión.»
Siguiendo el susurro, Tilo decidió adentrarse más en el bosque, donde encontró a la Llama de la Rabia, que ardía intensamente entre las ramas. «¿Por qué estás tan enojado, pequeño duende?» le preguntó la Llama, con su voz chispeante.
«¡Porque Lía no me quiere compartir su tesoro!», exclamó Tilo.
La Llama le sonrió. «A veces, la rabia es solo un fuego que cubre otros sentimientos. ¿Qué sientes en realidad?»
Tilo cerró los ojos y pensó. «Me siento triste y olvidado.»
Con una suave brisa, la Llama encendió su corazón con el calor de la comprensión. «Es natural sentirse así, Tilo. Pero ¿qué tal si hablas con Lía en lugar de enojarte?»
Decidido, Tilo tomó el camino de regreso. En el camino, se encontró con el Hada del Silencio, que le dijo: «El silencio también habla, pero a veces las palabras son necesarias. Expresa tu corazón a tus amigos.»
Finalmente, llegó donde Lía estaba, admirando el pétalo dorado. Con voz temblorosa, Tilo le dijo: «Lía, me siento herido porque no compartiste el pétalo. Quería jugar contigo.»
Lía lo miró con ojos grandes y tristes. «Lo siento, Tilo. Pensé que si lo compartía, dejarías de jugar conmigo», admitió, dejando caer el pétalo a sus patas. «Nunca quise lastimarte.»
Entonces, Hugo, que había estado muy cerca escuchando, añadió: «Podemos encontrar más pétalos juntos, así todos podremos tener uno.»
Sus corazones comenzaron a sanar, y el bosque también lo sintió. Los árboles se mecieron en un hermoso baile, y los susurros llenaron el aire de alegría.
A partir de ese día, Tilo, Lía y Hugo aprendieron que los conflictos son parte de la amistad, pero también que la comunicación y la empatía pueden devolver la luz incluso a los sueños más rotos. Con el tiempo, encontraron no solo pétalos dorados, sino también nuevos juegos y aventuras.
Cierre
Así, en el Bosque de los Sueños Rotos, los susurros nunca cesaron. Y cada vez que un niño se sintiera triste o solo, podía mirar al bosque, recordar a Tilo y sus amigos, y saber que, con un simple susurro de honestidad y amor, se podían reconstruir los sueños.
¿Y tú, qué susurros escuchas cuando piensas en tus amigos?
#cuento terapéutico sobre el conflicto con amigos