Las Nubes de Colores y el Jardín de los Sentimientos Perdidos

Las Nubes de Colores y el Jardín de los Sentimientos Perdidos

Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un tranquilo pueblo rodeado de montañas y ríos brillantes. A Lucas le encantaba jugar al aire libre y explorar, pero había algo que siempre le preocupaba. Cada vez que algo no salía como él quería, un torbellino de nubes grises aparecía en su corazón, llenándolo de ira y frustración.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Lucas encontró un lugar mágico: un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Encantado, entró al jardín, pero rápidamente se dio cuenta de que algo no estaba bien. Las flores parecían marchitas y tristes. Curioso, se acercó a una gran flor morada que, con voz suave, le dijo:

—Bienvenido a nuestro Jardín de los Sentimientos Perdidos, querido Lucas. Aquí, las emociones que no hemos podido expresar se convierten en nuestras Nubes de Colores. Cada nube representa una emoción: la alegría, la tristeza, la rabia y el miedo.

Lucas se sorprendió. Nunca había pensado que sus emociones pudieran convertirse en algo tan colorido, aunque se sentía triste al ver que las flores estaban marchitas.

—¿Cómo puedo ayudar? —preguntó el niño con interés.

—Para que nuestras flores florezcan de nuevo, debes aprender a hablar con tus nubes —dijo la flor morada—. Debes comprender qué hay en ellas y cómo cuidarlas.

Lucas miró al cielo y vio que, efectivamente, nubes de colores flotaban sobre él. Había nubes rosas que representaban la alegría, nubes azules que simbolizaban la tristeza, nubes rojas que mostraban la rabia y nubes amarillas que representaban el miedo.

Decidido a ayudar al jardín, se sentó bajo la sombra de un árbol frondoso. Cierre los ojos y empezó a imaginar. Primero, se acercó a la nube roja de la rabia y le preguntó:

—¿Por qué te sientes así?

La nube roja le respondió con voz temblorosa:

—Me siento mal porque no siempre puedes controlar lo que pasa a tu alrededor. A veces, eso me hace gritar y llenar tu corazón de oscuridad.

Lucas pensó un momento y dijo:

—Tal vez, en lugar de gritar, pueda hablar contigo y entenderse mejor.

La nube roja se iluminó y comenzó a desvanecerse, dejando un suave rayo de luz detrás.

Después, Lucas se giró hacia la nube azul de la tristeza, que parecía sollozar.

—¿Qué tienes para contarme? —preguntó el niño.

—Me duele cuando sientes que nadie te entiende.

Lucas sintió una punzada en su corazón. Entonces, se acercó y le dijo:

—Sé que a veces me siento solo. Pero prometo que intentaré compartir cómo me siento.

La nube azul brilló con gratitud y dejó caer suaves gotas de lluvia que alimentaron las flores marchitas.

Así, fue conversando con cada nube, comprendiendo sus mensajes y cómo podía liberar cada emoción de manera sana y cariñosa. La nube amarilla del miedo le enseñó a ser valiente y disfrutar de lo desconocido. La nube rosa de la alegría le recordó que es importante celebrar los buenos momentos y compartirlos con los demás.

Al finalizar su viaje, el jardín comenzó a brillar con colores vívidos. Las flores se iluminaban y florecían, agradecidas por la conexión que Lucas había creado con sus emociones.

—¡Gracias, Lucas! —exclamó la flor morada—. Has aprendido a cuidar de tus sentimientos. Ahora el jardín es un lugar de alegría y amistad.

Con una sonrisa en el rostro, Lucas regresó a casa, sintiéndose ligero y lleno de esperanza. Sabía que, en lugar de temer sus nubes, ahora podría sentirlas y comprenderlas. Y cada vez que una nube gris apareciera en su corazón, recordaría el Jardín de los Sentimientos Perdidos y cómo hacer brillar las flores de su vida.

Y así, cada vez que sientas que una nube negra se acerca, pregúntate:

—¿Qué me está tratando de decir?

Recuerda que, aunque las nubes a veces pueden parecer oscuras, siempre hay colores brillantes debajo esperando ser descubiertos.

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