Las Nubes de Color y el Jardín de los Sentimientos

En un rincón mágico del mundo, donde el cielo se encontraba con la tierra, había un jardín especial llamado el Jardín de los Sentimientos. En este jardín, cada planta y cada flor tenían un color diferente que representaba una emoción. Allí, las Nubes de Color viajaban, esparciendo sus tonos brillantes sobre el mundo.

Dalia, una pequeña nube de color gris, siempre flotaba sola. A menudo miraba hacia abajo, viendo cómo las otras nubes, alegres y brillantes, se divertían al pintar arcoíris en el cielo azul. Pero Dalia sentía una tristeza profunda que no la dejaba brillar.

Un día, mientras volaba por el Jardín de los Sentimientos, Dalia escuchó un susurro. Era la Flor de la Tristeza, con pétalos de un azul suave.

—Hola, Dalia —dijo la flor con voz dulce—. ¿Por qué tus colores son tan apagados?

—Siento tristeza y no sé por qué —respondió Dalia, dejando caer algunas gotas de lluvia.

La Flor de la Tristeza le sonrió cálidamente.

—A veces, la tristeza es como una nube gris. Pero no hay que tener miedo de sentirla. Vamos a descubrir juntas qué hay en tu corazón.

Dalia sintió que la flor comprendía su dolor. Juntas, empezaron un viaje a través del jardín. Pasaron junto al Árbol de la Alegría, que brillaba en tonos amarillos y verdes, pero Dalia no se detuvo, porque su tristeza la empujaba a seguir.

De repente, se encontraron con el Monstruo del Miedo, una criatura pequeña y peluda que temía todo lo que era nuevo. Pero al ver a Dalia, el monstruo se acercó y la observó.

—¿Por qué flotas tan bajo? —preguntó el Monstruo del Miedo.

—Siento tristeza y no sé cómo liberarme de ella —dijo Dalia, sintiéndose un poco más ligera.

El Monstruo del Miedo sonrió, dándose cuenta de que compartir sus propios temores podía ayudar a los demás.

—A veces, las nubes grises lloran porque se sienten solas. Pero la tristeza también puede transformarse en algo nuevo.

Juntas, las tres amigas siguieron avanzando y pronto llegaron a la Laguna de los Recuerdos. Al mirar sus aguas, Dalia vio el reflejo de momentos felices. Imágenes brillantes de juegos y risas llenaron su mente.

—¡Mira! —exclamó la Flor de la Tristeza—. Aunque sientas tristeza, hay colores dentro de ti que esperan florecer.

Dalia cerró los ojos y, mientras recordaba esos momentos, empezó a sentir cómo su corazón se calentaba. Las gotas de lluvia que antes caían ahora eran suaves y luminosas. Fue entonces cuando se percató: su tristeza no era algo que debía esconder, sino un sentimiento que podía compartir y explorar.

Con cada emoción que nombraba, una nube de color empezó a rodearla: nubes de alegría, esperanza y amor. Cada una le regalaba un nuevo matiz que iluminaba su gris.

Con el tiempo, Dalia comprendió que las emociones, incluso la tristeza, eran parte de ser quien era. Las Nubes de Color giraron alrededor del jardín, bailando juntas en un hermoso espectáculo.

Al final del día, Dalia quiso compartir su nuevo entendimiento con los demás.

—¡Hola, amigas! —gritó al ver a las otras nubes—. ¡Hoy he aprendido que la tristeza también puede ser hermosa!

Desde ese día, Dalia ya no flotaba sola. Su gris se transformó en tonos brillantes que nunca había imaginado. Cada vez que la tristeza volvía, sabía que podía hablar de ella y transformarla en algo nuevo.

El Jardín de los Sentimientos estaba lleno de colores, y en el corazón de Dalia, una pequeña flor florecía.

Reflexión para el Pequeño Lector

¿Cómo te sientes hoy? Recuerda que todas las emociones son importantes y puedes hablar sobre ellas. ¿Qué colores hay en tu corazón?

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