Título: Las Estrellas que Nacen de los Tropiezos
En un rincón del universo, había un planeta mágico llamado Nubea, donde cada niño y niña tenía el poder de crear estrellas con sus sueños y deseos. Sin embargo, en este lugar encantado, los tropiezos y errores también eran parte de la vida, aunque nadie sabía exactamente qué hacer con ellos.
Nuestro protagonista era un pequeño duende llamado Rizu. Tenía orejas puntiagudas y una sonrisa brillante, pero dentro de él había un rayo de inquietud. Cada vez que cometía un error —como romper una hoja en su jardín de flores mágicas o confundir un color de tinta— se sentía muy triste y pensaba que nunca podría brillar como las estrellas.
Una tarde, mientras exploraba el bosque de los Sentires, donde residían todas las emociones, Rizu se encontró con un curioso personaje: el Monstruo del Miedo. Este monstruo, con su cuerpo peludo y ojos enormes, temblaba al ver a los duendes. “¿Qué haces aquí, pequeño?” preguntó con voz temblorosa.
“Vine a hacer estrellas, pero tengo miedo de equivocarme,” respondió Rizu, mirando al suelo.
El Monstruo del Miedo, en vez de asustarlo, sonrió suavemente. “Los tropiezos son como piedras en el camino,” dijo. “Te enseñan a bailar con el viento, a encontrar tu ritmo. Ven, acompáñame a conocer a la Llama de la Rabia,” sugirió el monstruo.
Juntos, se adentraron más en el bosque hasta llegar a un claro iluminado por llamas danzantes. Allí estaba la Llama de la Rabia, ardiente y juguetona. “¡Hola, Rizu!” gritó con alegría. “Tus errores llevan fuego a esta danza. Cuando tropiezas, sientes que el fuego se enciende, y si lo abrazas, ¡puede convertirse en calor para tus estrellas!”
Rizu observó cómo la Llama danzaba y, sintiendo el ritmo, se unió a ella en un juego de luces y sombras. Con cada movimiento, empezó a entender que sus tropiezos eran parte de la danza y que no debía tenerle miedo a caerse.
Luego, se encontraron con el Hada del Silencio, una dulce figura que susurraba al oído de los duendes. “Los silencios son necesarios para escuchar la voz de tu corazón,” dijo el hada. “Cuando te detienes y piensas en tus experiencias, tus tropiezos se convierten en lecciones.”
Rizu agradeció a cada uno de los nuevos amigos que había encontrado y comenzó a entender que cada error era una oportunidad para aprender y crecer. Con su corazón lleno de nuevas emociones, regresó a su hogar.
Esa noche, al mirar las estrellas, Rizu sintió cómo las luces parpadeaban en el cielo. Recordó cada tropiezo y lo transformó en un deseo brillante. Así fue como, poco a poco, comenzó a crear su propia constelación: “Las Estrellas que Nacen de los Tropiezos”.
Desde ese día, Rizu comprendió que los errores no eran el fin de su historia, sino el comienzo de nuevas aventuras. Y cuando un niño del planeta Nubea se sentía triste por sus tropiezos, Rizu siempre estaba allí para recordarle que cada estrella en el cielo era una historia de superación.
Y así, en el mágico planeta de Nubea, el miedo y la rabia se habían convertido en amigos, y los tropiezos, en luces que ayudan a brillar.
Al final, Rizu miró al cielo nocturno y sonrió. Entonces se preguntó, “¿Qué estrella podría crear hoy con mis experiencias?”
Y tú, querido lector, ¿qué estrella nacerá de tus tropiezos?
#cuento terapéutico sobre los errores




