En un rincón del mundo donde los árboles susurraban secretos y las flores bailaban al viento, vivía una pequeña niña llamada Luna. Luna tenía un corazón grande, lleno de sueños y risas, pero en ocasiones, se sentía un poco solitaria. Aunque disfrutaba de su jardín encantado, a menudo pasaba tiempo buscando estrellas que brillasen solo para ella.
Un día, mientras hablaba con las mariposas sobre sus sueños, conoció a un pequeño ser brillante llamado Lúmina. Lúmina no era una mariposa, sino una estrella del jardín. “Soy aquí para mostrarte algo especial”, dijo Lúmina, parpadeando con emoción. “Ven, sígueme”.
Así, Luna y Lúmina se adentraron a un mundo mágico, donde las flores cantaban melodías suaves y los árboles tenían rostro y voz. Pero, algo no estaba bien. Los árboles estaban tristes y sus hojas se marchitaban. “¿Qué les pasa a los árboles?”, preguntó Luna con preocupación.
“Los árboles han olvidado cómo unirse”, explicó Lúmina. “Cada uno tiene su propia historia, pero han perdido la conexión con los demás. Sin cooperación, su fuerza se debilita. ¡Necesitamos tu ayuda para recordarles!”
Luna se sintió un poco asustada, pero al ver las caras tristes de los árboles, decidió intentarlo. “¿Cómo podemos ayudarles?”, preguntó con curiosidad.
“Jugaremos a un juego”, dijo Lúmina, sonriendo. “Cada árbol tiene un secreto y una voz. Vamos a escucharlos y crear una canción juntos. Cuando lo hagan, se sentirán más fuertes”.
Luna tomó la mano de Lúmina y comenzó a escuchar. El primer árbol habló: “Soy el Árbol Sabio, y quiero compartir historias”. El segundo árbol, un hermoso manzano, dijo: “Yo tengo las mejores manzanas y quiero compartirlas con los demás”. Luna observó cómo cada árbol se iluminaba mientras hablaban.
Juntos, empezaron a cantar, y Luna, aunque era tímida, se unió a la melodía. “Vamos a ser uno, juntos brillaremos en la unión. Cantemos, riamos, seamos fuertes en el corazón”.
A medida que la canción creció, una suave luz comenzó a brotar de los árboles, llenando el jardín de colores vibrantes. Las flores comenzaron a bailar, y Luna sintió una alegría que nunca había experimentado.
“Lo has hecho, Luna”, dijo Lúmina, brillando aún más. “Al unir sus voces, los árboles han recordado el poder de la cooperación. Ahora, cada estrella del jardín puede brillar aún más”.
Con una sonrisa, Luna se sintió orgullosa. Había logrado ayudar a los árboles, recordando que su luz brillaba más cuando estaban unidos.
Al final del día, mientras regresaban a su hogar, Luna miró el cielo estrellado y se dio cuenta de que cada estrella representaba una historia, un sueño y una conexión. Desde ese momento, supo que no estaba sola. Siempre podría encontrar fuerza al trabajar junto a los demás.
Cuando despertó al día siguiente, su corazón estaba lleno de amor por el jardín, y decidió ayudar a todos aquellos que la rodeaban. Y así, con el tiempo, el jardín se llenó de estrellas, no solo en el cielo, sino también en el corazón de cada ser que allí vivía.
Preguntita para ti: ¿Cómo puedes ayudar a tus amigos o familia a brillar juntos como estrellas?
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