En un rincón mágico del mundo, donde los árboles susurraban secretos y las nubes danzaban en el cielo, vivía una pequeña hada llamada Lila. Tenía unas alas resplandecientes que brillaban con los colores del arcoíris, pero había algo que Lila no sabía: su verdadero poder radicaba en las Estrellas del Corazón, unas luces que habitaban en su interior.
Un día, mientras exploraba el Bosque de las Emociones, Lila se encontró con un misterioso personaje: el Monstruo del Miedo. Era un ser peludo y tembloroso que siempre hacía que Lila sintiera que no era capaz de hacer las cosas bien.
—¡Ay, Lila! —gruñó el Monstruo—. ¡Nunca podrás brillar como las estrellas! Si no dejas de intentar, solo te sentirás más y más pequeña.
Lila se sintió triste y comenzó a dudar de sí misma. Se sentó contra un árbol, con las alas caídas y sintiendo que su luz se apagaba. En ese momento, apareció la Llama de la Rabia, un pequeño dragón de brillantes llamas que ardían como el sol.
—¡No escuches al Monstruo! —rugió la Llama—. La luz de tu corazón es más fuerte que el miedo. Debes aprender a tomar el control, y eso se llama autodisciplina. ¿Ves esas estrellas en tu pecho? Cada una de ellas representa un momento en que elegiste actuar con valentía.
Lila miró hacia dentro y vio un resplandor tenue que la llamó. Con valentía, decidió que no dejaría que el Monstruo del Miedo la detuviera. En su viaje hacia la luz, recordó a su amiga, el Hada del Silencio, que le enseñó que a veces, el silencio es el mejor aliado para escuchar sus pensamientos.
—Vayamos a un lugar tranquilo —sugirió el Hada— y tú podrás hablar con las estrellas de tu corazón.
Juntas, se posaron en una suave nube, donde Lila cerró los ojos y respiró profundamente. En el silencio, pudo escuchar las suaves voces de las estrellas, recordándole todos los momentos en los que había logrado superar sus miedos. «Una vez intentaste volar alto, una vez compartiste tus sueños… conviértelos en tu luz», le murmuraron.
Con cada estrella que recordaba, Lila sintió cómo crecía su luz interna. Decidió usar su autodisciplina para enfrentar sus miedos, como cuando el Hada del Silencio la ayudó a concentrarse en el ahora, o cuando la Llama de la Rabia le mostró que podía encender su fuego interno.
Armada con esta nueva comprensión, Lila regresó al Monstruo del Miedo. Esta vez, en vez de asustarse, se acercó con confianza.
—Escucha, Monstruo —dijo Lila—. No puedes robarme mi luz. He encontrado mis Estrellas del Corazón.
El Monstruo, sorprendido, parpadeó. Nunca había visto a nadie mirar hacia adentro con tanta seguridad.
—¿Cómo lo hiciste? —preguntó, mientras sus temores comenzaban a disiparse.
—Aprendí que el miedo no podía decidir por mí —respondió Lila—. Yo puedo elegir ser valiente y disciplinada. He descubierto que cada vez que enfrento mis miedos, mi luz brilla más.
El Monstruo del Miedo, sintiéndose menos solo, sonrió y se transformó en un pequeño compañero que acompañaría a Lila en su viaje.
Desde ese día, Lila comprendió que todos llevamos dentro Estrellas del Corazón y que usar la autodisciplina era como cuidar de su luz. A veces enfrentarse a los miedos requería valentía, pero siempre valía la pena.
Así, Lila siguió brillando, y cada vez que alguien se sentía triste o temeroso, ella compartía su luz, enseñando a los demás que siempre podemos encontrar nuestro brillo interior.
Cierre:
Así que, querido lector, ¿qué estrellas hay en tu corazón? ¿Cómo puedes brindarles cuidado para que brillen aún más?
#cuento terapéutico sobre la autodisciplina