“El Viaje de las Estrellas Brillantes en el Corazón”

Había una vez, en un rincón del vasto universo, un pequeño planeta llamado Emotilandia. Este planeta estaba lleno de mágicas montañas de risas, ríos de lágrimas alegres y vastos prados de sueños. Allí vivía una niña llamada Lila, cuyo corazón estaba lleno de estrellas brillantes. Cada estrella representaba un sueño, un deseo y una emoción que iluminaban su camino.

Un día, Lila comenzó a sentirse un poco apagada. Las estrellas en su corazón ya no brillaban con la misma intensidad. No sentía motivación para jugar, aprender o hablar con sus amigos. Así que decidió emprender un viaje a las Montañas del Autoconocimiento, donde se decía que se podían encontrar respuestas y recuperar el brillo de las estrellas.

Al llegar a las montañas, Lila se encontró con el Primer Guardián de las Emociones: el Monstruo del Miedo, que parecía enorme y aterrador. Sin embargo, cuando Lila se acercó, notó que tenía una pequeña voz temblorosa.

—Hola, Monstruo del Miedo —dijo Lila con dulzura—. ¿Por qué estás tan triste?

—No sé cómo hacer que la gente me escuche —respondió el monstruo—. Cada vez que quiero hablar, siento que me vuelvo más grande y más ruidoso.

Lila pensó por un momento y dijo: —A veces, el silencio puede ser el mejor amigo del miedo. Si encontramos un espacio tranquilo, quizás tu voz pueda brillar.

Así, Lila se sentó con el Monstruo del Miedo en un suave prado rodeado de flores. Juntos respiraron profundo, y poco a poco, el monstruo empezó a compartir sus pensamientos en una voz suave. Lila se dio cuenta de que cuando escuchaba con atención, el miedo se hacía más pequeño, y las estrellas en su corazón empezaban a brillar de nuevo.

Continuando su viaje, Lila llegó a un claro donde se encontró con la Llama de la Rabia, que ardía intensamente. En lugar de asustarse, Lila se acercó y dijo: —Hola, Llama de la Rabia. ¿Qué te pasa?

—Me siento ignorada, y por eso ardo tan fuerte —contestó la llama, chispas volando por todas partes—. ¡Quiero que me vean y me escuchen!

Lila sonrió y sugirió: —Tal vez podrías mostrar tu calor, pero también podrías enseñar a otros a entender por qué ardes. A veces, hablar sobre lo que sientes puede ser liberador.

La Llama de la Rabia aceptó la idea y, juntas, hicieron un baile de fuego que mostró la belleza del ardor, transformando la rabia en pasión. Las estrellas de Lila brillaron aún más intensamente, recordándole que todas las emociones podían ser compartidas y entendidas.

Finalmente, Lila llegó a un lago sereno donde habitaba el Hada del Silencio. Lila le pidió ayuda, pues sabía que sin silencio no podría escuchar su corazón. El Hada sonrió y le enseñó a meditar. Juntas, tejieron un momento de paz y tranquilidad. Lila cerró los ojos y, en ese silencio, pudo sentir cómo las estrellas de su corazón danzaban alegremente, recordándole sus sueños y deseos.

Con cada emoción explorada y cada personaje conocido, Lila comprendió que sus estrellas brillantes eran una parte esencial de su ser. Con una sonrisa, agradeció a todos sus nuevos amigos y regresó a casa, donde su corazón resplandecía con una luz nueva.

Desde aquel día, Lila no solo entendió sus emociones, sino que también se convirtió en una luz para sus amigos, ayudándolos a entender sus propias luces y sombras. En Emotilandia, donde los sueños aún elevaban su brillo, Lila aprendió la magia de sentir y compartir.

Y así, mientras miraba hacia el cielo estrellado cada noche, Lila siempre se preguntaba: ¿Qué nuevas estrellas puedo descubrir en mi corazón hoy?

El fin.

#cuento terapéutico sobre la motivación

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