Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo donde los árboles susurraban historias al viento y las flores sonreían al sol. Lucas era un niño lleno de curiosidad y risas, pero había algo que le daba un gran temor: ir al médico.
Cada vez que su mamá le decía que tenían que ir al consultorio, su corazón latía como un tambor, y su estómago se llenaba de mariposas inquietas. “¿Qué pasará allí?”, se preguntaba. “¿Dolor? ¿Inyecciones?”.
Un día, mientras miraba por la ventana, sus ojos se posaron en un hermoso bosque encantado que se extendía más allá del pueblo. Sin pensarlo dos veces, decidió explorar ese lugar mágico en busca de respuestas.
Al entrar al bosque, se encontró con un árbol gigante que parecía hablar. “¡Bienvenido, Lucas! Soy el Árbol de la Valiente Sabiduría. He oído de tus miedos. ¿Te gustaría conocer a tus emociones?”
Intrigado, Lucas asintió, y el árbol le guió hacia un claro lleno de brillantes luces. Allí, se encontraron con varios personajes mágicos. Primero, apareció el Monstruo del Miedo, un ser peludo y tembloroso que se esconde en las sombras. “¡Hola, Lucas! Soy el que te frena cuando piensas en el consultorio”, dijo con voz temblorosa.
“Pero, ¿por qué te asusto tanto?”, preguntó Lucas.
“Porque a veces no sabes lo que pasará. Pero si te atreves a conocerme, quizás descubras que no soy tan aterrador”, respondió el Monstruo, mostrando su bello corazón que brillaba.
Lucas, sintiendo una chispa de valor en su interior, decidió dialogar con el Monstruo. Le contó cómo se sentía al pensar en el médico, y, sorprendentemente, el Miedo comenzó a transformarse. “Verás”, explicó el Monstruo, “el médico solo quiere ayudarte a que te sientas mejor. A veces puede que no sea divertido, pero es muy valioso”.
Pronto apareció la Llama de la Valentía, que danzaba alegremente entre las hojas. “¡Hola, Lucas! Yo soy quien puede encender tu valor! Pero tú debes darme un pequeño empujón”. La Llama le enseñó un juego diario: cada vez que sentía un poco de miedo, podía imaginar que era un valiente explorador enfrentando un misterioso país.
Mientras jugaba, Lucas comenzó a sentirse más ligero. El Miedo ya no le parecía tan aterrador, y un aire de esperanza llenó su corazón. De pronto, la dulce Hada del Silencio se unió a ellos, formando un círculo. “Cuando estés en el consultorio, respira profundamente y visualiza este lugar maravilloso. Recuerda que siempre están a tu lado tus valientes amigos”.
Lucas sonrió y sintió que su corazón se llenaba de valor y confianza. Se despidió de sus nuevos amigos y regresó a casa.
Antes de ir al consultorio, recordó el juego de la Llama y cerró los ojos. Al abrirlos, llevaba consigo un pequeño símbolo mágico: una flor del bosque que lo representaba como valiente.
Cuando llegó al médico, imaginó que estaba en el bosque, rodeado de sus amigos. Cada paso se volvió más ligero y, al final, no solo descubrió que el consultorio no era tan malo como pensaba, sino que también aprendió que tenía un valiente corazón que siempre lo guiaba.
Al regresar a casa, su madre le preguntó cómo le había ido. “¡Increíble! Aprendí que aunque a veces pueda preocuparme, siempre puedo encontrar valor dentro de mí”, dijo Lucas, sonriendo hacia el cielo.
Y así, el valiente corazón de Lucas se hizo más fuerte, y comprendió que era normal sentir miedo, pero que siempre podía aprender a enfrentarlo.
Y tú, querido lector, ¿qué te dice tu corazón cuando sientes un poco de miedo?
#cuento terapéutico sobre el miedo al médico