El Jardín Secreto de los Colores Aprobados

Había una vez un pequeño dragón llamado Pipo, que vivía en un reino escondido llamado Colotilandia. Este lugar era especialmente brillante, ya que cada rincón estaba lleno de colores vivos; los árboles eran de un verde esmeralda, las flores eran de todos los colores del arcoíris y hasta el río brillaba en un azul profundo. Sin embargo, había algo que hacía que Pipo se sintiera un poco gris.

A pesar de que Colotilandia era un mundo lleno de alegría, Pipo siempre sentía la presión de ser el dragón «aprobado». Sus amigos, los otros dragones, parecían tener siempre los colores más radiantes y alegres. Cuando Pipo intentaba volar, se preocupaba de no ser lo suficientemente brillante, lo que lo hacía perder un poco su chispa.

Un día, mientras volaba por el bosque encantado, Pipo escuchó una voz suave que lo llamaba. Siguiendo el sonido, encontró a una mariposa mágica llamada Clara. Clara era un espectro de todos los colores y se movía con gracia y ligereza.

“¿Por qué lucen tus escamas tan apagadas, pequeño dragón?” preguntó Clara.

Pipo suspiró. «Siento que no soy tan brillante como mis amigos. A veces, pienso que si tuviera sus colores aprobados, sería más feliz.»

La mariposa sonrió con comprensión. «Cada color tiene su propia belleza, Pipo. Te invito a descubrir tu Jardín Secreto de los Colores Aprobados. Allí encontrarás lo que realmente brilla en ti.»

Intrigado, Pipo siguió a Clara hasta un rincón escondido del bosque. Allí, descubrí un jardín maravilloso, donde cada planta florecía en un tono único. Pipo vio que cada color tenía su historia: el rojo era la valentía, el amarillo la alegría, el azul la serenidad y el verde la esperanza.

“Cada uno de esos colores representa algo especial”, explicó Clara. “¿Ves? No necesitas ser como los demás para ser valioso.”

Pipo se sentó a reflexionar. «¿Y si mi color no es tan fuerte como el de mis amigos?»

“Tu color interior es más brillante de lo que piensas. Solo tienes que descubrirlo”, dijo Clara, mientras agitaba sus alas.

Empezando a divertirse, Pipo imaginó ser cada uno de esos colores. Se convirtió en un dragón rojo y voló alto, sintiéndose valiente. Luego, se transformó en un dragón amarillo, dejando que la alegría iluminara su ser. Al final, se convirtió en un hermoso dragón azul, encontrando paz en su corazón.

Pipo se dio cuenta de que los colores del jardín eran parte de él. Cuando se sintió triste, podía volar como el azul. Cuando deseaba ser valiente, se iluminaba con el rojo. Así, los colores no eran algo que necesitaba “aprobar”; eran partes de él que podía usar cuando quisiera.

“¡Gracias, Clara! Ahora entiendo que mi verdadero color es la mezcla de todos ellos”, dijo con una gran sonrisa.

Clara asintió. “Recuerda, Pipo, no necesitas la aprobación de nadie para ser tú mismo. Solo necesitas aceptar lo que ya eres.”

Al regresar a casa, Pipo sentía una chispa especial. Ya no se preocupaba por ser como los demás; había descubierto que cada vez que volaba, brillaba con la luz de todos los colores de su corazón.

Y así, el pequeño dragón dejó atrás el gris y se permitió ser un estallido de colores, abrazando cada emoción que formaba parte de su ser.

Moraleja implícita:

Cada uno de nosotros tiene colores únicos que nos hacen especiales. No necesitas ser como los demás para brillar, porque tu verdadero color es ser tú mismo.

¿Qué colores crees que hay dentro de ti?

#cuento terapéutico sobre la necesidad de aprobación

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