El Jardín de Sabiduría: Flores de Respeto para los Grandes

El Jardín de Sabiduría: Flores de Respeto para los Grandes

En un rincón mágico del mundo, donde los árboles susurraban secretos y las flores danzaban al viento, existía un lugar especial llamado el Jardín de Sabiduría. Este jardín, lleno de color y aromas dulces, era el hogar de criaturas fantásticas y sabias.

Nuestro protagonista era un pequeño duende llamado Lino. Lino era juguetón y aventurero, pero había algo que le preocupaba: sentía que los mayores, como el abuelo Ciruelo y la abuela Lavanda, eran a menudo ignorados en el jardín. Aunque les gustaba compartir historias y consejos, Lino no siempre escuchaba con atención.

Un día, mientras exploraba, Lino se encontró con una hermosa flor que brillaba como un pequeño sol. Era la Flor del Respeto. Curiosa, se acercó, y esta, con voz suave, le dijo:

—Hola, Lino. Soy la Flor del Respeto. He estado observando cómo juegas en el jardín. ¿Sabías que el respeto por los mayores es como el agua que hace crecer a las flores?

Lino frunció el ceño. No estaba seguro de entender lo que la flor quería decir.

—A veces, cuando no les prestas atención, es como si les quitaras la luz del sol. Sin respeto, sus historias se marchitan.

—Pero yo solo quiero jugar y divertirme —respondió el pequeño duende.

La Flor del Respeto sonrió con dulzura.

—¿Te gustaría jugar conmigo un rato? Te llevaré a un lugar donde entenderás mejor la importancia del respeto.

Intrigado, Lino asintió. Entonces, la flor se transformó en un hermoso arcoíris que lo llevó volando por el aire hasta un claro encantado, donde el abuelo Ciruelo y la abuela Lavanda estaban sentados en un tronco, contando historias a un grupo de pequeños animales.

Lino se escondió detrás de un árbol y observó. Los ojos de los animales brillaban con atención mientras el abuelo compartía relatos de su juventud. Lino sintió algo calentar su corazón, pero también no podía evitar pensar en cómo preferiría estar jugando.

—¿Sabían que un día navegué por el río de las estrellas? —dijo el abuelo—. Allí encontré una sirena que me enseñó a cantar con el viento.

Los animales estaban fascinados, y Lino se dio cuenta de que su abuelo no solo contaba historias; creaba magia. Sin embargo, seguía teniendo ganas de volver a jugar.

—¿Por qué no se escuchan los otros? —preguntó en voz baja la Flor del Respeto que había regresado a su forma original.

La pregunta flotó en el aire. De repente, Lino entendió: escuchar era una forma de jugar también. Era como sumergirse en otra aventura, pero esta brindaba algo especial: conexión. Decidido, se acercó y se unió al grupo.

—¡Yo quiero escuchar! —dijo con entusiasmo, sentándose junto a los animales.

A medida que pasaban los minutos, Lino empezó a hacer preguntas y a participar. Ahora quería saber más sobre las aventuras del abuelo. El tiempo pasó volando y, cuando se dio cuenta, las historias lo habían llenado de luz.

La Flor del Respeto, satisfecha, murmuró:

—Así es como crecen las flores: con atención, cariño y, sobre todo, respeto. Cuando honras a los mayores, haces brotar más flores en el jardín de tu corazón.

Al regresar a su hogar, Lino se sintió diferente. Hizo una promesa: cada día, dedicaría un momento a escuchar más a sus mayores y a valorar sus sabias palabras.

Y así, el Jardín de Sabiduría floreció aún más con las historias compartidas.

¿Y tú, qué historias disfrutarías escuchar de los grandes de tu vida?

#cuento terapéutico sobre el respeto por los mayores

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