El Jardín de mi Cuerpo: Un Viaje a la Apreciación Mágica
Había una vez, en un lugar no muy lejano, un niño llamado Teo que vivía en un pueblo lleno de colores vibrantes y melodías alegres. Aunque Teo era un niño curioso y aventurero, había algo que le preocupaba: no siempre sentía que su cuerpo era un amigo. A veces, se comparaba con otros, y eso lo hacía sentir triste y confundido.
Una mañana, al despertarse, Teo encontró un brillante calendario en su mesita de noche. En él, una palabra resplandecía en dorado: «Jardín». Al tocarla, ¡zaz! Se encontró en un lugar mágico: ¡el Jardín de su Cuerpo!
Los árboles del jardín eran altos y fuertes, llenos de hojas de diferentes colores. Teo miró hacia el suelo y vio miles de flores que representaban partes de su cuerpo: una flor roja brillaba para su corazón, una azul para sus ojos, y una amarilla para sus dedos, cada una mostrando una belleza única.
Mientras exploraba, se encontró con la Llama de la Rabia, que danzaba con furia cerca de un arbusto. «¡Hola, Teo! ¡Estoy aquí, y a veces me siento muy explosiva!» La Llama le contó que en ocasiones podía ser una gran amiga si aprendía a expresarse sin lastimar, y que podía ayudarle a dar voz a su frustración.
Teo, sintiéndose un poco inquieto, escuchó con atención. «¿Y cómo puedo hacerlo?» preguntó. La Llama le mostró cómo bailar libremente, dejar que su cuerpo se moviera sin miedo. Juntos, giraron y saltaron, y poco a poco, la rabia se convirtió en energía divertida.
En su camino, Teo también encontró al Monstruo del Miedo, que parecía grande y temible. «¡No me acerques tanto!», gritó el niño. Pero el Monstruo se encogió y dijo: «Solo quiero ser escuchado. A veces me siento como una sombra.» Teo, con compasión, decidió sentarse a su lado. Hablaron durante un rato, y el Monstruo le reveló que era más pequeño de lo que parecía. Cuando Teo le mostró su corazón, el miedo desapareció como un susurro en el viento.
El siguiente encuentro fue con el Hada del Silencio, que volaba delicadamente sobre un arroyo. «Tu voz merece ser escuchada, Teo,» dijo el Hada. «No tengas miedo de hablar sobre lo que sientes.» Juntos practicaron cómo expresar sus emociones. Teo aprendió que, aunque a veces se sentía pequeño, sus sentimientos eran importantes.
Finalmente, mientras el sol comenzaba a ponerse, Teo recordó que todo lo que había aprendido era un regalo, un conocimiento precioso sobre su propio Jardín. Se dio cuenta de que su cuerpo, con todos sus colores y formas, era especial y digno de respeto. Miro a su alrededor, donde cada parte de él brillaba con amor.
Cuando despertó al día siguiente en su habitación, con el calendario finalmente en su mesa, sintió una nueva energía. Desde ese día, Teo aprendió a cuidar de su Jardín, a regar cada flor y a reconocer la importancia de cada emoción, sin miedo ni comparación.
Y así, la historia termina, pero la aventura de Teo apenas comienza.
Pregunta para reflexionar: ¿Qué flores crecen en tu Jardín? ¿Cómo puedes cuidarlas y hacerlas brillar aún más?
#cuento terapéutico sobre el respeto al cuerpo