El Jardín de los Sentimientos: Un Viaje con el Viento
Era una vez, en un rincón especial del mundo, un jardín mágico llamado el Jardín de los Sentimientos. Era un lugar lleno de flores brillantes y árboles que susurraban secretos al viento. En este jardín vivía una pequeña niña llamada Lila, quien siempre llevaba consigo una mochila llena de colores y sueños.
Un día, mientras exploraba el jardín, Lila sintió algo raro en el estómago: un nudo que parecía encogerse como un puño. Era la Llama de la Rabia, que a veces salía a jugar con ella sin ser invitada. «¡Oh, no! ¡No quiero sentir esta rabia!», exclamó Lila, mirando a su alrededor.
De pronto, el viento sopló con fuerza y la llevó a un rincón del jardín donde encontró a un extraño amigo: el Hada del Silencio. Con alas plateadas que chisporroteaban, el Hada miró a Lila con ternura. «¿Qué te pasa?», preguntó con voz suave.
Lila suspiró y le contó al Hada sobre su rabia, de cómo se sentía como un volcán a punto de explotar. «A veces me grito a mí misma y empiezo a gritarle a los demás. No sé qué hacer», dijo, sintiendo las lágrimas en sus ojos.
El Hada del Silencio sonrió y ofreció un juego. «Vamos a hablar con el viento. Crearemos un soplo de colores y emociones. Por cada color, compartiremos un sentimiento». Juntas comenzaron a juntar colores de las flores: el rojo de la flor de la pasión, el azul del cielo de la tranquilidad, y el amarillo de la alegría del sol.
Cuando Lila sopló en el aire, el viento llevó los colores lejos, creando un arcoíris de sentimientos. «La rabia es solo un sentimiento, Lila. También puedes soltarlo y transformarlo. Observa cómo se dispersa», le sugirió el Hada.
Lila cerró los ojos y respiró profundo. Imaginó su rabia como una nube oscura, y cuando sopló de nuevo, vio cómo se desvanecía, mezclándose con el azul del cielo y el amarillo del sol. «¡Es mágico!», exclamó. «Puedo dejarlo ir.»
En ese momento, la Llama de la Rabia comenzó a transformarse. Ya no era un monstruo que le grita, sino una llama de calor que le decía: «Sé que existo, pero tengo un lugar en ti». Lila entendió que la rabia no era algo malo, solo una emoción que podía comprender.
«Gracias, Hada del Silencio. Ahora sé que puedo hablar con mi rabia y dejarla ir cuando quiera», dijo Lila felizmente. Con su nueva comprensión, se despidió del Hada, quien le regaló una pluma del viento como recordatorio de su viaje.
Al regresar a casa, Lila llevaba una sonrisa en su rostro y una mochila llena de nuevos colores. El Jardín de los Sentimientos siempre estaría ahí, y la Llama de la Rabia se había convertido en su amiga.
Y así, Lila aprendió que los sentimientos están bien, solo hay que saber cómo hablar con ellos.
Reflexión
Y ahora, querido amigo, si pudieras hablar con un sentimiento que sientes a menudo, ¿qué le dirías? Recuerda que cada emoción es parte de ti, y todas pueden ser escuchadas.
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