En un lugar muy lejano, donde el cielo era de un azul brillante y los árboles tenían hojas en tonos de caramelo, existía un jardín mágico llamado el Jardín de los Sentimientos. Este jardín no era como ningún otro. En él, cada planta y flor representaba una emoción diferente. Los colores vibrantes danzaban al ritmo de los vientos suaves, creando una melodía que hablaba a los corazones de quienes se aventuraban a visitarlo.
El Protagonista: Lía
Lía era una niña curiosa y soñadora, siempre vestida con su camiseta amarilla. Sin embargo, en su interior había días en que se sentía como un arcoíris cubierto por nubes grises. Las emociones a menudo la confundían. A veces estaba feliz como el sol, pero otras veces, una sombra de tristeza visitaba su corazón sin previo aviso.
Un día, mientras paseaba por el bosque cerca de su casa, Lía escuchó risas y música. Siguiendo su intuición, llegó al Jardín de los Sentimientos. Al cruzar la entrada, algo maravilloso sucedió: el jardín se iluminó con colores brillantes, y las flores comenzaron a hablar.
Encuentro con los Habitantes del Jardín
“¡Bienvenida, Lía!” dijo con entusiasmo Rosa, la Flor de la Alegría, que brillaba en un hermoso color rosa.
“¿Qué hace aquí?” preguntó un pequeño árbol con hojas de color verde brillante, que se presentó como Esperanza.
“Vengo a descubrir mis sentimientos, pero a veces, no sé qué hacer con ellos,” respondió Lía, un poco insegura.
“Nosotros podemos ayudarte,” dijo Nube, el Guardián del Miedo, que apareció de repente. “A veces, el miedo se siente como una sombra, pero podemos aprender a mirar más allá de él.”
Explorando Emociones
Lía decidió seguir a Nube, quien la llevó a conocer a sus amigos. Каждая emoción tenía su propio hogar en el jardín. Conoció a la Llama de la Rabia, que chisporroteaba con energía roja, y a la Gota de la Tristeza, que caía suavemente como una lluvia. Cada uno le compartió su historia, y Lía empezó a entender que todas las emociones son parte de ser humano.
“¿Por qué te sientes así?” le preguntó Rosa, cuando Lía empezó a llorar al escuchar la historia de la Gota de la Tristeza.
“No sé… a veces, me siento sola, o frustrada, y no sé cómo expresar mis sentimientos,” admitió Lía.
El Juego de los Sentimientos
Tras la conversación, las flores la invitaron a jugar un juego llamado “El Jardín del Eco.” Cada vez que Lía mencionaba una emoción, las flores respondían con una rima. Si decía “alegría,” las flores danzaban; si decía “miedo,” Nube la abrazaba con suavidad. Se dieron cuenta de que al compartir las emociones con palabras, se volvían más ligeras.
Con cada rima, Lía comenzó a sentir que esas emociones de colores no eran malas. Eran como las hojas de un árbol en el viento, vienen y van, pero siempre hay un árbol fuerte que las sostiene.
La Reflexión de Lía
Al final de su día en el Jardín de los Sentimientos, Lía se sentó bajo un árbol mágico que le susurró: “Cada paso que das en este jardín es un paso hacia el autoconocimiento. No tienes que tener miedo de sentir, porque cada emoción tiene su belleza.”
Cuando Lía se despidió de sus nuevos amigos, su corazón estaba más ligero y su mente más clara. Aprendió que sentir miedo no era un signo de debilidad, sino una oportunidad para conocer su valentía. Al despedirse, Nube le regaló una pequeña nube de algodón: “Cuando sientas que las cosas son oscuras, recuerda que siempre puedes hablar sobre tus sentimientos. Aquí estaré.”
Un Cierre Esperanzador
Con el corazón lleno de colores y emociones, Lía volvió a casa, decidida a expresarse siempre que una emoción visitara su corazón. Días después, miró por la ventana, observando cómo el cielo cambiaba de color. “¿Qué color será mi día hoy?” pensó.
Pregunta para Reflexionar: ¿Qué color sería tu día hoy si pudieras compartir tus sentimientos?
Así, el Jardín de los Sentimientos continuó floreciendo, recordándole a Lía y a todos los niños que sus emociones, sean cual sean, son parte de su historia más hermosa.
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