El Jardín de los Regalos que Florecen en el Corazón
En un rincón mágico del mundo, donde el sol siempre brillaba y los árboles susurraban secretos, se encontraba un hermoso jardín. Este jardín no era como cualquier otro: cada flor que brotaba era un regalo listo para florecer en el corazón de quienes pasaban.
Nuestro protagonista era un pequeño duende llamado Rigo, que vivía en una casita hecha de hojas y ramas. Rigo era juguetón y travieso, pero a veces se sentía solo. Aunque amaba su jardín, había algo que lo inquietaba: había flores que nunca florecían en su corazón.
Una mañana, Rigo decidió preguntarle al Gran Árbol Sabio, un anciano árbol que guardaba todos los secretos del jardín. “Querido árbol, ¿por qué hay flores en mi jardín que no crecen? Quiero que florezcan y alegren mi corazón”, le dijo con un susurro.
El Gran Árbol, con su profundo y cálido voz, respondió: “Las flores representan la generosidad, Rigo. Si quieres que florezcan, deberás aprender a compartir tus propias semillas de bondad”.
Confundido, Rigo se sentó frente al árbol y comenzó a pensar. “¿Semillas de bondad? ¿Cómo puedo compartirlas?”. En ese instante, apareció la Mariposa de los Sueños, con alas brillantes de colores que danzaban en el aire. “¡Hola, Rigo! Te ayudaré a entenderlo. Ven, te mostraré el Jardín de los Regalos”.
Rigo siguió a la Mariposa, quien lo condujo a una parte del jardín donde las plantas tenían formas extraordinarias. Allí conoció a personajes mágicos:
- El Colibrí de la Alegría, que llenaba de sonrisas a quienes se acercaban.
- La Tortuga de la Paciencia, que enseñaba a los demás a esperar y ser amables.
- El Gato de la Amistad, que compartía suaves ronroneos para brindar consuelo.
Cada uno de estos personajes le dijo a Rigo que, para hacer florecer esas flores en su corazón, debía expresarse, ser amable y, sobre todo, compartir. Así, hicieron un juego: pasar de uno a otro pequeños regalos simbólicos hechos con pétalos de colores. Este intercambio llenó el aire de carcajadas y alegría.
Rigo comenzó a experimentar una sensación cálida al compartir. Al darle su primer regalo al Colibrí de la Alegría, vio cómo una hermosa flor roja comenzaba a florecer en su corazón. Al celebrar y compartir, su alegría crecía, y poco a poco, las plantas del jardín de su corazón se llenaron de vida.
Al final del día, Rigo se sentó bajo el Gran Árbol, rodeado de colores vibrantes y risas. “Ahora entiendo”, dijo emocionado. “La generosidad no solo hace florecer las flores en el jardín, sino también las en mi corazón”.
El Gran Árbol, con una sonrisa, respondió: “Recuerda, querido Rigo, cada vez que compartes, das vida a cada flor que hay en tu interior, y eso siempre florecerá en alegría”.
Con el paso de los días, Rigo se convirtió en un duende generoso, compartiendo su amor y bondad con todos su amigos. Y cada vez que miraba su jardín, veía cómo las flores brotaban en colores brillantes, simbolizando el amor y la generosidad que había en su corazón.
Y así, el pequeño Rigo aprendió que el verdadero regalo no era solo el acto de dar, sino la alegría que se siente al ver a otros felices.
Cierre
Ahora, querido lector, recuerda: ¿qué semillas de bondad puedes sembrar hoy en tu alrededor?
#cuento terapéutico sobre la generosidad