El Jardín de los Mil Colores: Un Viaje de Amistad y Diversidad

El Jardín de los Mil Colores: Un Viaje de Amistad y Diversidad

Había una vez, en un rincón hermoso del mundo, un lugar mágico llamado el Jardín de los Mil Colores. Este jardín estaba lleno de flores de todos los tamaños y tonos: rojas, azules, amarillas y moradas, cada una con su particular fragancia y belleza. En el centro, había un gran árbol que parecía tocar el cielo, y bajo su sombra vivía un pequeño protagonista llamado Niko.

Niko era un colibrí curioso y amistoso, con un plumaje brillante de verde esmeralda y un corazón lleno de sueños. Sin embargo, había algo que lo inquietaba. Aunque amaba sus alas y la manera en que podía volar rápido y ligero, a menudo se sentía inseguro al conocer nuevas flores. “¿Y si no les gusto?”, pensaba. “¿Y si no me quieren aquí?”.

Un día, mientras buscaba néctar en una flor, se encontró con un grupo de flores que no había visto antes. Eran flores exóticas, de formas y colores extraños, que brillaban de manera distinta a las que conocía. Las flores se presentaron: “Hola, somos las Flores Diversas. Nos encanta ser diferentes, ¡y nos encanta también bailar!”.

Niko sintió un nudo en el estómago. Las Flores Diversas eran tan diferentes a él. Mientras observaba, notó que se miraban entre sí y a veces reían de forma juguetona. “¿Por qué se ríen? No seré bienvenido aquí”, pensó Niko, y sus alas comenzaron a temblar.

Sin embargo, la amable Flor Sonriente, con pétalos amarillos como el sol, se acercó y dijo: “¡Hola, pequeño colibrí! Te invitamos a unirte a nosotros. Aquí en el Jardín, cada una de nuestras diferencias nos hace más fuertes juntos. ¿Nos acompañas en nuestra danza?”.

Niko, aunque receloso, sintió curiosidad. “¿Danza? ¿Yo?”, preguntó, titubeando.

“Sí, tú también puedes volar, y nosotros movemos nuestros pétalos al ritmo de la música del viento. Cada uno tiene su propio baile, y juntos creamos un espectáculo hermoso”, explicó Flor Sonriente.

Animado por la dulzura de la flor, Niko decidió intentarlo. Se unió a su danza, comenzando poco a poco. Al principio se sintió torpe, pero las flores reían con alegría, y sus risas resonaban como una melodía mágica. Poco a poco, Niko se dio cuenta de que sus movimientos eran únicos, y eso era precisamente lo que les hacía increíbles a todos.

A medida que se movía, comenzó a notar algo especial en su interior: su miedo se transformó en brillo. Se dio cuenta de que ser diferente no era algo que temer, sino algo que celebrar. Cada flor tenía una historia, un color, una forma distinta, y eso las hacía maravillosas.

Al final de la danza, las Flores Diversas se reunieron alrededor de Niko y le dijeron: “¡Gracias por unirte a nuestra fiesta! ¡Tu vuelo ha llenado de colores nuestro jardín!”.

Niko sonrió y sintió que era parte de algo más grande. Se dio cuenta de que cada pequeño colibrí, cada flor del jardín, tenía un papel especial que jugar. Desde ese día, Niko no solo disfrutó volar, sino que también buscó nuevas flores por todo el jardín, compartiendo su historia y aprendiendo de ellas.

Y así, el Jardín de los Mil Colores se volvió un lugar aún más vibrante, lleno de risas y danza, donde todos aprendieron a respetar y abrazar sus diferencias. Con cada nuevo día, Niko recordaba que, al igual que el viento y el sol, cada ser tiene su propio camino y aporta algo valioso al mundo.

Al final de su viaje, Niko reflexionó: “¿Qué pasaría si cada uno de nosotros celebra nuestras diferencias y creamos un jardín aún más hermoso juntos?”. Y con esa reflexión, su corazón brilló tanto como su plumaje, sabiendo que las amistades nacen del respeto y la aceptación.

Y colorín colorado, este cuento sanado ha terminado… ¿Qué colores diferentes puedes ver en tu propio jardín?

#cuento terapéutico sobre el respeto por la diferencia

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