El Jardín de los Juegos: Donde las Sonrisas Sanan

El Jardín de los Juegos

En un rincón muy especial del mundo, donde los arcoíris danzaban y las nubes susurraban cuentos, se encontraba el Jardín de los Juegos. Este mágico lugar era conocido por sus colores vibrantes y sus risas contagiosas, donde los niños podían ser lo que quisieran, y las sonrisas eran el mejor remedio para cualquier tristeza.

El Protagonista

En este jardín, vivía un pequeño niño llamado Leo. Leo amaba jugar, pero había días en los que la sombra del miedo se posaba sobre él, haciéndole sentir pequeño e invisible. Al enfrentar nuevos juegos y amistades, a menudo se sentía abrumado y prefería esconderse detrás de una gran flor de maravilla, una flor que, a veces, se convertía en su refugio.

El Mundo Imaginativo

Un día, mientras el sol brillaba y las aves melodiosas cantaban, Leo decidió aventurarse más allá de su refugio. Fue entonces cuando encontró a la Llama de la Rabia, que ardía con fuerza cerca de una fuente de chispas. “¡No me mires así!”, le gritó la Llama. Leo, asustado, quiso correr, pero algo en su corazón le decía que debía entender a la Llama.

Personajes Simbólicos

Dándose valor, Leo se acercó. “¿Por qué ardes tanto?”, preguntó. La Llama suspiró: “Siento que nadie me escucha, que mis juegos son ignorados. Cuando me enciendo, es porque quiero que me vean”. Leo sintió una punzada en su pecho, reconociendo que a veces también sentía lo mismo.

En ese momento, aparecieron el Hada del Silencio, que trazaba caminos con su varita brillante, y el Monstruo del Miedo, que era más pequeño de lo que Leo había imaginado. El Monstruo temblaba al lado de la Llama, mientras el Hada volaba suavemente alrededor: “Ambos necesitan jugar y ser escuchados”, dijo con ternura.

Desarrollo del Conflicto

Leo, comprendiendo que no estaba solo, se sentó entre el Monstruo y la Llama. “¿Qué pasaría si jugáramos todos juntos? Podríamos crear un juego nuevo donde todos somos importantes”, sugirió.

La Llama emocionada dejó de arder tan intensamente, mientras el Monstruo del Miedo comenzó a relajarse. Así, los tres pusieron sus pensamientos en un gran sombrero mágico, donde cada emoción se convertía en una maravilla: risas, juegos y bailes. Descubrieron que el miedo y la rabia podían convertirse en aventuras, y, mientras jugaban, las sonrisas empezaron a brotar.

Resolución del Conflicto

Al final del día, el Jardín de los Juegos brilló como nunca. Leo había aprendido a jugar con sus emociones y a dejar que los demás también lo hicieran. La Llama ya no ardía con tanta fuerza, y el Monstruo se convirtió en su compañero de aventuras.

“¿Sabes qué, Leo?”, dijo la Llama. “Cuando jugamos y compartimos nuestras emociones, podemos sanar”. Leo sonrió, sintiéndose más ligero. Había entendido que no estaba solo; juntos podían encontrar la alegría incluso en los momentos más difíciles.

Cierre Esperanzador

Cuando Leo regresó a casa, sabía que siempre podría volver al Jardín de los Juegos, donde las sonrisas sanan y las emociones se transforman en juegos. Ya no se escondía detrás de la flor, sino que corría libremente, compartiendo sus aventuras y siendo el héroe de su propia historia.

Y así, en el Jardín de los Juegos, la risa era el lenguaje del corazón, y cada niño aprendía que las emociones son parte del juego más importante: la vida.

Y tú, cuando juegas, ¿qué emociones llevas contigo?

#cuento terapéutico sobre el juego como solución

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