El Jardín de los Errores que Nos Hace Brillar
Érase una vez, en un rincón olvidado del mundo, un jardín mágico llamado el Jardín de los Errores. Este no era un jardín cualquiera; sus plantas y flores crecían de las ideas y pensamientos de todos los niños. Sin embargo, había un pequeño desafío: cada vez que alguien cometía un error, una flor silvestre crecía justo al lado de la planta que había sido perjudicada. ¡Era un espectáculo colorido, pero para algunos, algo aterrador!
En este jardín vivía un niño llamado Pablo. Pablo era un pequeño soñador, pero también, tenía un gran miedo a equivocarse. Siempre quería hacer las cosas perfectas, y cuando no podía, su corazón se llenaba de nubes grises y oscuras.
Una tarde, mientras exploraba el jardín, se encontró con un bello árbol de colores brillantes. Al acercarse, descubrió que no era un árbol ordinario, sino el Árbol de las Oportunidades, que tenía una sonrisa amable y ramas flexibles que danzaban suavemente.
—Hola, Pablo —saludó el árbol—. ¿Por qué pareces tan preocupado?
—Tengo miedo de cometer errores —respondió Pablo, mirando al suelo—. No quiero que nadie me vea fallar.
El Árbol de las Oportunidades dio un suspiro suave, y las hojas comenzaron a brillar como estrellas.
—¡Oh, pequeño! Los errores son semillas que pueden hacer brillar tu jardín. Ven, acompáñame a conocer algunos amigos.
Pablo sintió un cosquilleo de curiosidad y siguió al árbol. Juntos se adentraron más profundo en el Jardín de los Errores, donde conocieron a Luzia, la Mariposa de la Alegría, que siempre danzaba libremente.
—¡Hola, Pablo! —exclamó Luzia—. ¿Sabes? Cada vez que recibo una nueva mancha en mis alas, me siento triste al principio, pero luego descubro que cada mancha trae una historia hermosa. ¡Y mis alas son aún más coloridas!
—Pero a veces me siento mal cuando cometo un error —murmuró Pablo—. No me gusta equivocarme.
Luzia se acercó y le dijo:
—Cierra los ojos y piensa en algo que te gustaría intentar. Luego, recuerda que cada fallo es solo un paso hacia el vuelo.
Inspirado por las palabras de Luzia, Pablo siguió adelante y muy pronto llegó a un claro lleno de flores que nunca había visto. Allí estaba el Monstruo del Miedo, que se escondía en las sombras, aterrorizando a los niños que pasaban.
—¿Por qué temes tanto a los errores, pequeño? —preguntó el Monstruo con voz profunda, aunque suave.
—Porque me siento pequeño y torpe. Quiero que todos piensen que soy perfecto —respondió Pablo.
—Mi querido amigo —dijo el Monstruo—. Yo también tengo miedo, pero he aprendido que el fracaso es como la lluvia; a veces, duele, pero sin ella, no podrían crecer flores hermosas. Ven, dejemos que nuestros errores florezcan juntos.
Pablo sintió que su corazón latía un poco más ligero. Decidió dar un pequeño paso: hizo un dibujo en el suelo, aunque no le gustó cómo quedó y sintió un cosquilleo de frustración. Pero cuando miró hacia arriba, vio que de aquel dibujo brotó una flor resplandeciente.
—¡Mira, Pablo! —dijo el Monstruo—. Cada error trae su propia belleza.
Pablo sonrió al ver la flor danzar al ritmo del viento, y supo que no estaba solo. Se dio cuenta de que sus errores eran parte de su propio jardín y podían hacer brillar su vida.
Así, con la ayuda del Árbol de las Oportunidades, Luzia y el Monstruo del Miedo, Pablo comprendió que ser imperfecto era una parte valiosa de ser humano.
Desde aquel día, cada vez que cometía un error, se llenaba de confianza y abrazaba su jardín de oportunidades.
Y cuando miraba hacia atrás, en lugar de ver nubes grises, ahora veía un hermoso arcoíris lleno de flores brillantes.
¿Y tú, pequeño aventurero, qué flores crees que podrían brotar en tu jardín si te permites equivocarte?
#cuento terapéutico sobre el miedo a equivocarse