El Jardín de las Mariposas que Aprendieron a Volar Juntas

Había una vez, en un rincón mágico del mundo, un jardín encantado conocido como el Jardín de las Mariposas. En este lugar lleno de flores de todos los colores, las mariposas danzaban felices, sus alas brillaban como joyas bajo el sol. Sin embargo, no todas las mariposas eran felices.

Entre todas ellas, había una pequeña mariposa llamada Lila. Lila era diferente; sus alas eran de un hermoso tono lavanda, pero en su corazón llevaba el peso del miedo. Ella soñaba con volar alto y explorar el jardín, pero el miedo a ser rechazada la mantenía cerca de una flor triste y marchita.

Un día, Lila decidió que ya no quería sentirse sola. Miró a su alrededor y vio a otras mariposas que también miraban con tristeza. Lila se acercó a Rosa, una mariposa de alas rosadas y brillantes que siempre miraba hacia el cielo.

—¿Por qué no vuelas, Rosa? —preguntó Lila con un susurro.

Rosa bajó su mirada y respondió:

—Porque tengo miedo de que no me acepten.

Lila sintió que su corazón palpitaba, como un tambor que empieza a marcar el ritmo de una danza. Entonces, decidió buscar a otras mariposas. Habló con Verde, Azul y Amarillo, y descubrió que cada una también pensaba que no encajaba del todo.

“¡Qué extraño! Somos diferentes, pero todas sentimos lo mismo”, pensó Lila. Fue en ese instante que apareció un sabio caracol llamado Don Concha. Llevaba antorchas de luz en su caparazón, que iluminaban el camino.

—Niñas, ¿por qué están tan tristes? —preguntó con su voz suave, como un susurro del viento.

Lila, con valentía, compartió sus inquietudes. Don Concha sonrió y dijo:

—Cada una de ustedes es especial, como cada flor en este jardín. Juntas pueden aprender a volar.

Las mariposas se miraron y sintieron una chispa de esperanza en sus corazones. Don Concha les propuso un juego: un baile en el aire, en el que cada una debía dejar sus miedos en el suelo. Así, Lila, Rosa, Verde, Azul y Amarillo se tomaron de las patas y comenzaron a volar juntas. Al inicio temblaban, pero a medida que se movían, sus corazones se llenaban de alegría.

Unas veces chocaban, otras aprendían a girar, pero siempre se reían. Lila se dio cuenta de que los miedos eran más pequeños cuando volaban unidas. Con cada vuelta en el aire, se sentían más ligeras y felices.

Un día, al caer la tarde, las mariposas decidieron hacer una fiesta en el jardín. Invitaron a todas las criaturas que vivían allí: a las abejas, a los pájaros y hasta a las luciérnagas. Al llegar, Lila se dio cuenta de que no había razón para temer ser diferente. ¡Eran todas únicas!

La fiesta fue un susurro de risas y colores. Al final, las mariposas se miraron con gratitud. Habían comprendido que lo importante no era encajar en un molde, sino volar juntas, apoyándose las unas a las otras.

Lila miró al cielo, y por primera vez, se sintió libre.

Y así, en el Jardín de las Mariposas, giraron y danzaron por siempre, compartiendo su luz y aprendiendo a volar juntas, unidas en su diferencia.

Reflexión final:
Cuando miramos a nuestro alrededor, podemos encontrar otros que también se sienten solos. ¿Cómo puedes ser un buen amigo para los que te rodean?

#cuento terapéutico sobre el rechazo social

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