El Jardín de las Estrellas que Brillan con Reglas de Oro

En un rincón del mundo…

Había un niño llamado Leo. Leo era curioso y lleno de energía, pero a veces se le olvidaba recordar las reglas. A menudo, corría en la clase mientras las flores de papel volaban a su alrededor, o hablaba sin esperar su turno. Las reglas eran como estrellas que brillaban en un cielo oscuro, pero a Leo le costaba verlas.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, encontró un camino misterioso cubierto de luces doradas. Siguió el sendero, emocionado, hasta que llegó a un lugar mágico: El Jardín de las Estrellas que Brillan con Reglas de Oro.

Un jardín encantado

En el jardín, las estrellas danzaban en el aire y cada una brillaba con una luz única. Allí, Leo conoció a Luzia, una estrella sonriente que llevaba un vestido hecho de resplandores.

—¡Hola, Leo! —dijo Luzia—. Este lugar es especial porque aquí aprendemos a cuidar nuestras reglas, que son como las estrellas.

—¡Pero yo no veo las reglas! —respondió Leo, frunciendo el ceño—. A veces me olvidan.

Personajes mágicos

Luzia lo llevó a conocer a otros habitantes del jardín. Estaba Riz, el Hada de la Paciencia, que siempre esperaban su turno con una sonrisa, y Galo, el Duende de la Amistad, que ayudaba a resolver los conflictos compartiendo.

—Cuando no seguimos las reglas, a veces podemos lastimarnos o hacer sentir tristes a los demás, como hizo el Monstruo del Desagrado cuando no escuchó a su amigo —dijo Galo, sacudiendo su gorro de colores.

Leo escuchó con atención. Se dio cuenta de que a veces también podía hacer sentir mal a sus amigos si no prestaba atención a las reglas del juego.

El conflicto emocional

Mientras exploraban, llegó Bruma, la Nube de la Confusión. Bruma estaba tapando varias estrellas y haciéndolas parpadear débilmente.

—¡Ay, no puedo brillar! —lloró Bruma—. Todo lo que quiero es que me escuchen y me entiendan.

Leo sintió que su corazón latía fuerte. ¡Él también quería ser escuchado!

—¿Y qué pasaría si probamos a hablar y a escuchar, en lugar de interrumpir? —sugirió Luzia, abriendo las alas de su vestido luminoso.

El juego de los sentimientos

Decidieron jugar un juego llamado “El Círculo de Estrellas”. Se sentaron en un círculo y cada uno compartió lo que sentía a través de una estrella de papel brillante. Leo expresó su confusión y su deseo de ser escuchado, mientras los demás compartían sus pensamientos también.

Poco a poco, Bruma comenzó a despejarse, y las estrellas recuperaron su luz.

La transformación

Leo se dio cuenta de que las reglas eran como las estrellas en el cielo, guiándolo para ser amable y respetar a sus amigos. Aprendió que al cuidar las reglas, podía hacer que todos brillaran más.

Con una sonrisa, Luzia le dio una estrella especial.

—Esta es tu estrella de Oro, Leo. Te recordará que cada vez que sigas las reglas, ayudarás a que todos brillen.

Un cierre esperanzador

Cuando Leo regresó a casa, tenía el corazón lleno de luz. Ya no solo corría y hablaba sin pensar. Empezó a observar las reglas como algo muy importante en su vida, algo que los hacía a todos más felices.

¿Y tú, querido lector? ¿Qué puedes hacer hoy para que brille tu estrella de Oro?

#cuento terapéutico sobre el respeto a las reglas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *