En un rincón mágico del mundo, había un lugar hermoso llamado El Bosque de los Sueños. Este bosque estaba lleno de árboles altos que susurraban secretos al viento, flores que bailaban con la melodía de la brisa y ríos que cantaban historias antiguas. Pero lo más especial de este bosque eran sus habitantes: criaturas mágicas que representaban todo tipo de emociones.
Entre ellos, había un pequeño duende llamado Lumo. Era un duende alegre, pero había algo que le preocupaba: siempre se sentía solo. Aunque le encantaba jugar con sus amigos, como la Risa Brillante y el Valiente Coraje, a menudo se encontraba atrapado en su tristeza. Lumo deseaba volar alto como las mariposas del bosque, pero no podía hacerlo solo.
Un día, mientras caminaba por un claro iluminado por el sol, Lumo se encontró con un gran árbol de hojas doradas. Esa mañana, el árbol empezó a hablarle: "¿Por qué luces tan triste, querido Lumo?" Lumo, un poco sorprendido pero aliviado de poder compartir, le contó sobre su soledad y su deseo de tener alas para volar.
El árbol, conocido como el Sabio de la Amistad, le dijo: "Las alas que buscas no son físicas. Se tejen con la conexión de tus amigos. Debes aprender a trabajar en equipo para crear esas alas." Lumo no lo entendió del todo, pero la idea le pareció brillante.
Decidido a no sentirse solo, Lumo decidió invitar a todos sus amigos a una gran aventura en el bosque. El Valiente Coraje, al enterarse, se ofreció a liderar el equipo. La Risa Brillante trajo risas y alegría, y juntos se sentaron a planear cómo podrían crear algo hermoso.
“¿Y si hacemos un mural en el árbol dorado?”, sugirió la Risa Brillante. “¡Podremos usar colores brillantes!” Lumo pensó que era una gran idea, pero también sintió un pequeño temor: “¿Y si no les gusta?” Pero el Valiente Coraje lo animó: “Si trabajamos juntos, ¡nuestras ideas se unirá y será algo especial!”
Así, se pusieron a trabajar. Trajeron flores, hojas y ramas. Cada uno añadía algo que los representaba: la Risa Brillante trajo risas; el Valiente Coraje, valentía; y Lumo, sus sueños. Pero cuando empezaron, se dieron cuenta de que no era fácil. Algunos querían pintar de un color y otros de otro. Allí, en medio del esfuerzo, Lumo sintió que el miedo empezaba a aparecer, como un pequeño monstruo en su corazón.
“¿Qué hacemos, amigos?”, preguntó Lumo, con un nudo en la garganta. Fue entonces cuando el Sabio de la Amistad se acercó nuevamente y les dijo: “Cada uno tiene su propio color, pero si lo combinan, crearán algo maravilloso. Escuchar lo que cada uno siente y expresa es la clave.”
Con esas palabras, Lumo tomó la mano de sus amigos y les recordó a todos la importancia de escuchar. Con paciencia, comenzaron a compartir lo que les gustaba y lo que no. Así, poco a poco, fueron mezclando sus ideas y el mural empezó a cobrar vida. Cada trazo sabía a risa, coraje y amor, y cuanto más trabajaban juntos, más brillantes se sentían.
Al finalizar, el mural era una hermosa representación de su amistad. Las alas que habían creado no solo eran un dibujo en el árbol; eran las risas, la valentía y los sueños compartidos. Lumo miró a su alrededor y, por primera vez, se sintió ligero, como si pudiera volar.
Con el mural terminado, el Sabio de la Amistad dijo: “Miren, amigos, ya tienen alas. Juntos han tejido un bello símbolo de su conexión. La amistad puede llevarnos a lugares donde nunca imaginamos.”
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Lumo sintió que ya no estaba solo. Comprendió que, al unir fuerzas con sus amigos, había creado algo maravilloso que podía elevarlos a todos.
Y así, el Bosque de los Sueños continuó llenándose de risas, colores y magia, gracias a la conexión de quienes se esfuerzan por trabajar juntos.
Preguntita reflexiva: ¿Qué cosas bonitas puedes crear tú cuando trabajas con tus amigos?
#cuento terapéutico sobre el trabajo en equipo




