El Corazón de Valiente y el Viaje a la Tierra de los Sueños

El Corazón de Valiente y el Viaje a la Tierra de los Sueños

Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas azules y árboles que susurraban secretos, un niño llamado Eli. Eli era conocido por su sonrisa brillante y su risa contagiosa, pero había algo que nadie sabía: a menudo, su corazón se sentía como un pequeño pajarito asustado, listo para volar pero sin saber hacia dónde.

Una noche, mientras observaba las estrellas desde su ventana, un destello de luz iluminó su habitación. Del resplandor apareció una figura mágica: ¡la Hada de los Sueños! Tenía alas brillantes y una sonrisa llena de comprensión.

—Hola, Eli. He venido a llevarte a la Tierra de los Sueños, un lugar donde podrás descubrir el Corazón de Valiente que llevas dentro.

Eli sintió cosquilleo en su estómago. ¿Valiente? Él no había sido tan valiente últimamente. Siempre había algo que lo asustaba: el fútbol, las alturas, incluso hacer amigos nuevos.

—¿Y si no soy valiente? —preguntó Eli, con una voz temblorosa.

—No te preocupes —respondió la hada—. Allí encontrarás personajes que te ayudarán a conocer tu valentía. ¿Estás listo para el viaje?

Eli asintió con decisión. Con un suave movimiento de su varita, la hada creó un arcoíris que se extendió hasta el cielo. Juntos saltaron a través de él y llegaron a la Tierra de los Sueños, un mundo mágico lleno de colores vibrantes.

La primera parada fue el Bosque de las Emociones, donde se encontraron con el Monstruo del Miedo, una criatura enorme con ojos tristes y una voz profunda.

—Soy el Monstruo del Miedo —dijo con un susurro—. Estoy aquí para mostrarte tus temores. ¿Tienes miedo de jugar en el campo o de hablar en clase?

Eli lo miró a los ojos y, para su sorpresa, sintió que la pena en su corazón comenzaba a desvanecerse.

—Sí, a veces me da mucho miedo. Pero quiero intentar ser valiente —admitió.

—La valentía no significa no tener miedo —dijo el monstruo—. Significa enfrentarlo, y puedes hacerlo jugando conmigo. Juguemos a un juego: cada vez que digas un miedo, yo me haré más pequeño.

Con cada miedo que Eli compartía —desde su temor a caerse en la bicicleta hasta su angustia por ser rechazado—, el Monstruo del Miedo se hacía más pequeño hasta convertirse en un diminuto peluche esponjoso. Eli sonrió, sintiendo que podía manejar sus miedos.

Después, llegaron a la Cascada de la Confianza, donde conocieron a la Llama de la Rabia. Era una figura brillante que chisporroteaba y danzaba.

—A veces, la rabia también está dentro de ti, Eli —le explicó la Llama—. Pero no te preocupes, es normal sentirla. Solo debes aprender a usarla para que ilumine tu vida, no para quemar.

Eli se rió, sintiendo que la Llama lo caldeaba con su energía. Juntos, hicieron un ejercicio de respiración y compartieron historias de frustraciones y cómo lidiar con ellas. Ahí entendió que la rabia, como el fuego, puede ser útil si se maneja con cuidado.

Finalmente, llegaron al Valle del Silencio, donde encontraron al Hada del Silencio, rodeada de mariposas que danzaban en el aire.

—Aquí aprenderás a escuchar tu voz interior, Eli. A veces el silencio es el mejor lugar para descubrir tus sentimientos y encontrar tu valentía —le dijo el hada.

Eli cerró los ojos y escuchó el pulso de su corazón. En el silencio, sentía su Corazón de Valiente latir con fuerza, recordándole que era normal tener dudas y que siempre había una luz dentro de él.

Cuando Eli y la Hada de los Sueños regresaron a su habitación, el niño se dio cuenta de que había aprendido algo muy importante. No era la ausencia de miedo lo que lo hacía valiente, sino el deseo de enfrentarlo con confianza y amor.

Desde aquel día, Eli sonrió más y se atrevió a probar cosas nuevas, desde jugar en el campo hasta hablar en clase. Aunque a veces sentía miedo, recordaba el momento en que el Monstruo del Miedo se convirtió en un amigo pequeño, y así su Corazón de Valiente se volvió aún más fuerte.

Y así, en su pequeño pueblo, Eli no solo brillaba por su risa, sino también por su valentía al enfrentarse a los desafíos de cada día.

Y tú, querido lector, ¿cuál es tu pequeño pajarito que anida en tu corazón? Encuentra tu valentía y vuela alto.

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