El Jardín de los Susurros: Aventuras en el Mundo de los Sentimientos

Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas azules y árboles danzantes, un niño llamado Tomás. Tomás era un niño curioso, siempre explorando y soñando. Pero, a menudo, una nube oscura se cernía sobre su corazón, trayendo consigo un sentimiento que él no entendía. Era una ansiedad que a veces lo hacía sentir como si unas manos invisibles apretaran su pecho.

Un día, mientras caminaba por el bosque, se encontró con una puerta pequeña en un árbol anciano y nudoso. La puerta brillaba con colores vibrantes y, al abrirla, Tomás se encontró en El Jardín de los Susurros, un lugar mágico donde las plantas murmuraban secretos y los animales hablaban con suavidad.

En el jardín, un pequeño dragón llamado Susi se acercó a él. “Hola, Tomás. Soy el guardián del Jardín. He visto tu tristeza. Aquí, cada planta representa una emoción diferente, y cada emoción tiene una historia que contar.”

“¿Emociones? ¿Cómo pueden contar historias?” preguntó Tomás.

Susi sonrió con su suave voz. “Déjame mostrarte. Ven, acompáñame.”

Juntos caminaron por el jardín, donde vieron flores que representaban la felicidad, arbustos que simbolizaban la tristeza y árboles que reflejaban el miedo.

Al llegar a un rincón especial, se encontraron con el Monstruo del Miedo, un ser grande y peludo que temblaba. A pesar de su apariencia, los ojos del monstruo eran tristes. “Hola, Tomás. Temes a mi presencia, y lo entiendo. Yo represento tus miedos y ansiedades.”

Tomás, sorprendido, decidió acercarse. “¿Por qué estás tan triste?”

“Porque nadie me entiende. Solo quiero ser escuchado”, respondió el monstruo con un susurro.

Tomás pensó en todas las veces que había tenido miedo y en cómo esas emociones le habían corrosido. “¿Y si hablamos? Tal vez pueda entenderte mejor,” sugirió.

El Monstruo del Miedo asintió, y así comenzaron a platicar. Tomás compartió sus miedos y, en cada palabra, el monstruo comenzó a encogerse, hasta volverse un pequeño gato temeroso. Con cada susurro de Tomás, la figura del monstruo se tornaba más y más suave.

Justo en ese momento, apareció la Hada del Silencio, que llevó una brisa fresca con su aliento. “Tomás, a veces el silencio es lo que necesitamos para comprender nuestras emociones. Escuchar tus propios sentimientos puede ser el primer paso para transformarlos.”

Tomás cerró los ojos y respiró profundamente. Se sintió más ligero, como si la nube oscura comenzara a desvanecerse.

Después de lo que pareció un susurro eterno, Tomás se sintió más fuerte. Se dio cuenta de que sus emociones, aunque difíciles, eran parte de su viaje. Agradeció al Monstruo del Miedo y a la Hada del Silencio, y se despidió con una sonrisa.

Regresó a su pueblo, sosteniendo en su corazón el poder de hablar sobre sus sentimientos. Cada vez que la nube oscura intentaba volver, recordaba su aventura en el Jardín de los Susurros, y se armaba de valor para transformar su miedo en diálogo.

Y así, cada vez que Tomás sentía ansiedad, detrás de ella había un susurro esperando ser escuchado.

¿Y tú, querido amigo, qué susurros escondidos crees que hay en tu corazón?


Moraleja implícita:

Las emociones, aunque a veces pueden ser abrumadoras, tienen historias que contar, y entenderlas puede ayudarnos a ser más fuertes.

#cuento terapéutico sobre la ansiedad infantil

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MiriamVega.

Me entusiasma compartir contigo información que he recabado en mi trayectoria como terapeuta infantil y mamá. En este espacio encontrarás temas relacionados con el desarrollo socio emocional de tus peques, juegos, cuentos infantiles, estrategias y técnicas para hacer más fáciles los días difíciles.